Por Amanda Céspedes
El movimiento social de padres y apoderados contra las tareas para la casa ha generado una activa inquietud , con muchos que apoyan la causa, algunos que son detractores y un enorme contingente de indiferentes.
Una pregunta cuya respuesta podría ayudar en esta discusión es, las tareas para la casa ¿son efectivamente un recurso para optimizar los aprendizajes? El único modo de hallar una respuesta válida es a través de otra pregunta, ¿cómo aprende el cerebro infantil?
En primer lugar, los niños están aprendiendo constantemente; los mejores aprendizajes son aquellos que se llevan a cabo en situaciones informales, cuando el niño está intensamente motivado para ello. La motivación es un motor interno extraordinario cuyo combustible es la curiosidad. En el niño se enciende la chispa de la expectativa frente a una recompensa precisa, que es dominar lo que hasta ese momento no dominaba.
Así aprenden a pedalear, a saltar la cuerda, a nadar, a dibujar, a leer, a cocinar, a dominar los dispositivos digitales. Este tipo de motivación es intrínseco; nadie les pone una calificación porque aprendieron a hacer touch sobre un Ipad o a preparar una tartaleta de limón. Gran parte de este aprendizaje es autodidacta; a veces se aprende bajo la guía de otro niño que ya domina la habilidad o de un adulto que disfruta mostrando al niño una destreza, como la abuela que enseña a la nieta a tejer.
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