NOTAS HISTÓRICAS
Pedro Nolasco vive en el entorno
medieval de Barcelona, en el que desde joven ejerce el oficio de mercader,
oficio que hereda de su padre y que continuará durante toda su vida. Si a Pedro
el pescador de Galilea, Jesús lo llamó a ser pescador a hombres, a Pedro
Nolasco lo llamará a ser mercader de libertad. Descubre en su contacto con el
puerto de Barcelona y con los de la ribera del Mediterráneo la llaga de la cautividad
marcada en la vida y existencia de tantos hombres, mujeres y niños que ven
truncada su existencia, en manos de los enemigos de la Ley de Cristo. Existía
en aquel momento la función de redentor de cautivos, que llevaban a cabo exeas
y alfaqueques. Pero los cautivos pobres, no tenían quien procurase por ellos y
estaban abocados a morir en su mísera situación o a renegar de su fe.
Ante este drama que toca su
corazón, Pedro decide embarcarse en la tarea de redimir a los pobres cautivos,
invirtiendo primero sus bienes, luego incorporando a la obra redentora a sus
amigos. Pero cuando los ánimos decaen, las fuerzas no llegan y los caudales se
quedan cortos, Pedro Nolasco siente cómo María le anima a seguir, a no
desfallecer ante el sufrimiento de los demás.
Y la Merced surge desde la
pequeñez y la humildad como pequeña fraternidad de hermanos redentores que se
desviven por conseguir limosnas con las que organizar la redención de los
pobres cautivos. En una fecha que la tradición marca como el 10 de agosto de 1218
aquella fraternidad del Hospital de santa Eulalia de Barcelona con el apoyo
real y eclesiástico se forma como orden religiosa en la que todos están
dispuestos a dar la vida por los cautivos.
El sur de Francia, Calatuña,
Mallorca, Valencia, Aragón y Castilla van viendo surgir casas de Merced que con
pocos pero animosos religiosos llevan el mensaje de libertad por los
polvorientos caminos de la Península y se atreven a cruzar el Mediterráneo para
ser esperanza para los cautivos. En 1235, logra del papa Gregorio IX la
confirmación pontificia de la Orden con la bula Devotionis vestrae.
La vida de Pedro Nolasco se va
desgastando entre los muchos viajes y cavilaciones por los cautivos, la
preocupación por los religiosos y para que no falten las limosnas de la
redención, finalizando su peregrinación terrena en Barcelona, en su convento
construido en el arenal de la Vilanova, junto al mar, el 6 de mayo de 1245.
La Congregación de Ritos aprobó
el culto inmemorial el 30 de septiembre de 1628, y el 19 de junio de 1655 se
incluyó su nombre en el Martirologio Romano. El papa Alejandro VII extendió su
culto a toda la Iglesia el 11 de junio de 1664.
NOTAS PASTORALES
Pedro Nolasco es el mercader de
libertad; así lo llama Alesandro Pronzato en su biografía. No en vano ha sido
llamado a continuar el oficio de su padre, pero dándole una dimensión nueva. Ha
encontrado la perla preciosa del Evangelio y el tesoro escondido en el campo
por el que vale la pena venderlo todo, perderlo todo para conseguir un tesoro
mayor. Ahí radica la novedad de Pedro Nolasco en el contexto medieval y que se
proyecta hasta nuestros días. ¿Quién era capaz de ver tras los ropajes del
cautivo no solo alguien digno de lástima, alguien de quien compadecerse, sino
alguien por quien comprometerse hasta el punto de arriesgar e incluso dar la
vida como moneda de rescate? ¿Para qué complicarte la existencia, si la vida ya
es bastante dura, como no ocuparte de los demás? ¿Cuáles fueron las
dificultades que tuvo que vencer Nolasco para salir de sí e ir al encuentro de
los cautivos? Quizá no lo sabremos con exactitud, pero no serían muy diferentes
a las que podríamos sentir cada uno de nosotros.
Y seguramente no les falta razón.
Pero a veces hay que dejarse llevar por la fuerza del corazón que arriesga, que
lo arriesga todo, que está dispuesto a todo, a perderlo todo por dar y devolver
al otro una parte para que pueda vivir. Cuando la vida es arrebatada a tantos,
cuando la dignidad se desvirtúa, cuando el otro no cuenta, el mercader Pedro
Nolasco sigue siendo el que apuesta por un mundo nuevo en el que las cadenas
hayan caído definitivamente. Y esa transformación no se hará realidad sin el
compromiso de otros enamorados de la libertad de Cristo sean capaces de
arriesgarse hasta dar la vida como el Maestro la dio por nosotros.
La figura de Pedro Nolasco se
agiganta con el paso de los siglos. Y ahora ocho siglos más tarde, es figura
del hombre comprometido, arriesgado por la causa de la humanidad cautiva y
perseguida; es el hombre nuevo, que deja todo para embarcarse en la empresa más
difícil: devolver la libertad para vivir la fe. Hoy Pedro Nolasco sigue siendo
aquel que no teme dar la vida por amor al otro. Hoy es el nuevo redentor que se
mete en los lugares de la opresión, en las nuevas mazmorras, en los nuevos
grilletes…para cambiarse por el otro.
Fuente: La Merced en la liturgia 2018 - 2019
Fuente: La Merced en la liturgia 2018 - 2019