La inclusión se ha vuelto un término recurrente al hablar de educación, pero ¿sabemos realmente lo qué significa?, ¿por qué es tan necesaria? y ¿cuán cerca estamos de tener un sistema educacional inclusivo? Isabel Zúñiga, presidenta de Fundación Mis Talentos, nos orienta al respecto.
“La convivencia escolar en un establecimiento inclusivo es amable y respetuosa respecto de la diferencia, porque la conoce y sabe que se trata de un valor”, asegura Isabel Zúñiga; sin embargo, hoy nuestro país no cuenta con un sistema de educación inclusivo, “lo que se traduce en inequidades que perjudican, entre otros, a alumnos inmigrantes, de origen socioeconómico vulnerable, o que presentan necesidades educativas especiales (NEE)”.
Lo anterior no es menor, ya que significa que un porcentaje importante de nuestra población en edad escolar, no está recibiendo una educación que respete sus diferencias.
¿Cómo define un sistema de educación inclusivo?
Un sistema de educación inclusivo es aquel que reconoce las diferencias en sus alumnos y ofrece a todos las estrategias y apoyos que requieren para acceder, progresar y egresar de él. En un sistema de educación inclusivo, ninguna condición se convierte en inequidad y, por lo tanto, es capaz de ofrecer educación de calidad.
¿Qué nos falta para contar con un sistema de educación inclusivo?
El primer paso para transformar nuestro sistema de educación en uno inclusivo es reconocer que no es posible ofrecer educación de calidad para todos sin él. Un destacado investigador Casanova resume muy bien el argumento al señalar que “en una sociedad democrática la educación, o es inclusiva o no es educación”.
¿Cuáles son las ventajas que ofrece la educación inclusiva?
Son muchas las ventajas, pero quiero destacar tres: beneficia el aprendizaje cognitivo de estudiantes con NEE, no perjudica e incluso mejora el conocimiento cognitivo de los estudiantes sin NEE y permite mejorar el aprendizaje de habilidades sociales en alumnos con y sin NEE.
La evidencia internacional es clara y demuestra que el ciclo de vida de estudiantes con NEE mejora cuando asisten a ambientes educativos inclusivos. En este grupo bajan las tasas de repitencia, mejoran las tasas de graduación y, de inserción laboral. Lo que digo con esto es que la inclusión interrumpe la generación de pobreza que ocurre cuando no ofrecemos educación de calidad a todos.
La evidencia también indica que ambientes inclusivos no perjudican el aprendizaje cognitivo de estudiantes sin NEE, y esto lo destaco porque existe el mito de que la inclusión beneficia a algunos perjudicando a otros. A través de un estudio que realicé junto a Dante Contreras, Miguel Brante y Sebastián Espinoza, pude comprobar que alumnos sin NEE que comparten aula con al menos un compañero con NEE, no solo no bajan su puntaje en SIMCE, sino que lo aumentan.
Por último, ambientes inclusivos favorecen el aprendizaje de habilidades sociales en todos los estudiantes, con y sin NEE. Resiliencia, empatía, capacidad para establecer lazos, habilidades para trabajar en equipo, son todas habilidades que se desarrollan en ambientes inclusivos.
La educación inclusiva ofrece la oportunidad de un cambio social de importancia, un cambio que nos hará tener una mejor sociedad.
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