Septiembre es también un mes “muy mariano”. En efecto, nos encontramos con las siguientes fechas dedicadas a la Virgen María. El 8 de septiembre celebramos el nacimiento o natividad de la Virgen. El 12 se recuerda el dulce nombre de María o Myriam. El 15 recordamos los dolores de la Virgen especialmente la escena de la Virgen al pie de la cruz donde moría su Hijo Jesús. El 24 celebramos la fiesta de la Virgen de la Merced como inspiradora y fundadora de la Orden Mercedaria. Y el último domingo de septiembre, los obispos chilenos establecieron el día de Oración por Chile con la solemnidad de la Virgen del Carmen, Patrona y Reina de nuestra patria.
Como mercedarios nos interesa destacar la presencia de María como Madre de la Merced. Este título tiene honda significación porque fue San Pedro Nolasco, el fundador de la Orden Mercedaria, quien vivió la cercanía e inspiración para que fundara una familia religiosa que se dedicara a la redención de cautivos. El santo Fundador ha designado a la Madre de Jesús con un nuevo título al considerar que Ella le había señalado la fundación de esta orden redentora.
La llamó Merced o de la Merced para indicar que esa es la obra de misericordia más grande que un cristiano puede practicar. La “merced” o misericordia por excelencia consiste en redimir cautivos, es decir, devolver la libertad a quienes la han perdido.
La “merced” de la Virgen María se ha manifestado en la obra de San Pedro Nolasco, la de redimir cautivos mediante el pago de una suma de dinero llamado “rescate”.
La Virgen de la Merced nos recuerda una obra extraordinaria de generosidad humana y cristiana. No es fácil estar dispuesto a trabajar por la libertad del prójimo privado de ella. Sin embargo, la nobleza de corazón de San Pedro Nolasco y su arraigado amor a Dios, su profunda fe y amor a Cristo, como también su afectuoso obsequio hacia la Madre de Dios, permiten comprender la gesta de un amor desinteresado y heroico. Si queremos ser realmente seguidores del Santo Fundador deberíamos intentar vivir sus actitudes tan humanas y por eso tan evangélicas. Su amor mariano se tradujo en ofrecer libertad para quienes carecían de ella.
Para quienes gozamos nuestra vocación mercedaria como una gracia inmensa de Dios, no deja de preocuparnos el modo cómo vivir en estos tiempos esta aventura de la caridad cristiana que descubrimos en Nolasco y se nos representa en la Virgen de la Merced. Somos conscientes de los dramas de las esclavitudes actuales pero sentimos la impotencia de dar una respuesta tan generosa y exigente como lo pide nuestro Cuarto Voto de Redención. Desde ya, sentimos la llamada a ser libres con la libertad de Cristo, libertad personal que es condición para toda otra forma de libertad. Pero también, nos asiste la inquietud de convertir nuestra tarea educativa en una tarea liberadora mercedaria.
La Patria se hizo libre bajo la maternal protección de María con variados nombres, entre ellos el “de la Merced”. Son los mercedarios los primeros en llegar a esas tierras en 1535 con Diego de Almagro, cuyo cuerpo se encuentra enterrado en la iglesia de la Merced de Cuzco. Los Padres Antonio Solis y Antonio de Almansa acompañaron a la primera expedición. Estos frailes de la Merced se establecerán definitivamente en 1548 fundando el primer convento de una comunidad religiosa en nuestro Chile emergente. El P. Antonio Correa es el alma de la evangelización de los habitantes del valle del Mapocho. La patria fue emergiendo bajo el signo de la Cruz y de María.
Fuente: Extracto editorial Informativo para la familia Nolasquina N°28 – Octubre de 2000 – Año 7