Es importante que desde pequeños podamos desarrollar nuestra inteligencia emocional.
Como docentes, podemos ayudar a los alumnos a identificar, comprender y manejar sus emociones.
Trabajar en la empatía y asertividad de un niño, además de ayudar en su rendimiento académico, tendrá como consecuencia a un adulto inteligente emocionalmente.