jueves, 27 de abril de 2023

27 DE ABRIL - SAN PEDRO ARMENGOL

 Vivir sin preocupaciones, sin pensar en el mañana. Vivir experimentando la vida como una naranja, hasta la última gota. Parece que el misterio de la vida es estrujarla, sin dejar de degustar nada. Pedro Armengol parece que sabía mucho de disfrutar de la vida. Vivía en su mundo, rodeado de aquellos que le seguían el juego, aquellos que le permitían seguir siendo el centro del mundo. No valía la pena sufrir. La vida es corta, pensaba para sus adentros.

Seguramente hay mucho de Pedro Armengol en cada uno de nosotros. Y hacer un camino desde el egoísmo a la generosidad no es fácil. Nuestro hermano mercedario tuvo que encontrarse con la justicia del rey, que lo hizo recapacitar, con su padre que lo amaba a pesar de la vida disoluta que llevaba, y con el ejemplo de los frailes redentores de la Merced que le mostraban un ideal más grande, y una manera de ser un caballero de Dios.

El resto lo sabemos. Su conversión, su transformación. Fue generoso hasta el extremo de ser redentor y no tener miedo a ofrecer su vida por el rescate y libertad de los cautivos.

Nuestro mundo sigue estando necesitado de encontrarse con grandes ideales que lo muevan y lo desinstale, que lo haga enfrentarse con la realidad dura y difícil, pero a la vez con la capacidad de amar, sin condiciones, para que la justicia no sea un castigo, sino un descubrir lo que es recto a los ojos de Dios.

Este mundo necesita de Pedro Armengol, pero a la vez necesita de la Merced que siga mostrando los ideales más altos de la redención, como generosidad sin límites, como amor sin medida al estilo de Jesús. Necesita de la Merced que sea casa de acogida y de fraternidad, de hospital para los que vuelven heridos, y necesitan el consuelo. Nuestro mundo necesita de la Merced que hable de justicia y de libertad, que sea profética y a la vez encarnada en la realidad, que levante la voz y se incline para lavar las llagas de los cautivos. Una Merced como la que se encontró Pedro Armengol, y lo llevó de ser un egoísta encerrado en sí, a darse por entero a los cautivos.

Fuente: La Merced en la Liturgia