miércoles, 19 de abril de 2023

DE QUÉ MANERA LA EDUCACIÓN NOS PREPARA PARA EL RETO DE LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL


“Estamos en un punto en que la tecnología nos ha adelantado”, afirmó, hace unas semanas atrás, el líder de innovación de la empresa Microsoft Ibérica, David Hurtado, en una entrevista en el diario de El Mercurio. En ella, el empresario se refiere al impacto que ha provocado en la industria digital un tipo de inteligencia artificial conversacional, llamada Azure OpenAI, que la empresa Microsoft utiliza ya hace dos años. Al respecto, comenta que esta nueva tecnología no sólo es capaz de responder bien a unas cuantas preguntas fijas, sino que es capaz de mantener una conversación con el cliente, conocerlo y darle una solución que puede razonar y explicar. Por ejemplo, si el cliente quiere viajar, el sistema inteligente le hace unas cuantas preguntas y luego le entrega un itinerario en el que a través de un buen razonamiento le aconseja que países le conviene visitar y en qué orden. Y también lo puede aconsejar en asuntos de negocios, como sugerir qué créditos bancarios son mejores que otros, etc.

Sin duda alguna, estás máquinas inteligentes nos causan admiración, en especial a quienes no nacimos en la era digital, porque reconocemos que el desarrollo de este tipo de tecnología facilita el trabajo y la vida en general, en sus aspectos de eficiencia, rendimiento, ahorro de tiempo, para que de este modo, por fortuna, dispongamos de libertad para dedicarnos a los asuntos propiamente humanos, que nos interesan de verdad porque tienen relación con lo creativo, lo lúdico y con el cultivo de nuestras relaciones interpersonales.

Sin embargo, si bien estas nuevas herramientas nos pueden aliviar de todo ese aspecto monótono del trabajo, tales como liberarnos de la tarea de acumular y ordenar volúmenes extensos de información, eso no significa que de hecho estemos disponibles para esas actividades propiamente humanas, ya que muchos de nosotros tendremos que superar con dificultad el no dejarnos seducir por la eficiencia y poder de estas máquinas y en definitiva, el evitar convertirnos, poco a poco, en esclavos de éstas. Heidegger, unos de los pensadores más importantes del siglo XX, anunció de manera anticipada el reto que iba a significar para la humanidad el desarrollo veloz de la tecnología. Al respecto, Heidegger, comenta: “Lo verdaderamente inquietante, con todo, no es que el mundo se tecnifique enteramente. Mucho más inquietante es que el ser humano no esté preparado para esta transformación universal, que aún no logremos enfrentar meditativamente lo que propiamente se avecina en esta época.”

Esta reflexión nos interpela del siguiente modo: ¿Estamos preparados para la transformación universal que implica la era digital, la era de la inteligencia artificial?

Habitualmente escuchamos que lo más peligroso de estas máquinas es que progresivamente sustituyan al ser humano en todos los oficios y ocupaciones que solía saber hacer sólo él y nadie más. Sin embargo, ese temor se funda, a mi juicio, en que hace tiempo dejamos de pensar de manera reflexiva, tal como nos enseña Heidegger, porque le hemos atribuido mucha importancia al pensamiento calculador, el cual es idóneo para la productividad y para la ejecución de sistemas matemáticos y lógicos, pero a la vez hemos subestimado el valor del pensamiento reflexivo, el cual nos ayuda a discernir acerca del sentido y las implicancias éticas del uso de ciertas técnicas en la vida humana en su totalidad.

Pues bien, este desprecio al pensamiento reflexivo, casi entero voluntario, nos trae como consecuencia una profunda desorientación, porque no comprendemos quiénes somos, no entendemos de dónde venimos y hacia dónde vamos, no comprendemos la peculiaridad de nuestra inteligencia y naturaleza humana. Si realmente comprendiéramos la grandeza de nuestra inteligencia humana jamás llamaríamos a una máquina inteligente, por muy hechizados que estemos frente los múltiples razonamientos lógicos que ella pueda ejecutar. En definitiva, la verdadera inquietud no reside en el poder de estas tecnologías, de hecho, dependemos de ellas, lo que preocupa es que no exista una cultura humanista que se encuentre a la altura de este adelantamiento tecnológico.

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Fuente: EL LIBERO