En 1944, Hans Asperger, un pediatra y psiquiatra vienés, describió en una revista científica las características de cuatro muchachitos que mostraban un patrón conductual peculiar, destacando “la falta de empatía, la dificultad para entablar relaciones de amistad, monólogo, involucramiento intenso en ciertos temas y movimientos torpes”.
Les llamo "pequeños profesores" por su habilidad para conversar acerca de sus temas. Su interés le llevó a seguirles a través de los años. Veinte años más tarde, uno de ellos era un connotado astrónomo y otro era Elfriede Jelinek, quien llegó a ser Premio Nobel de Literatura.
Hoy día estos peculiares niños se encuentran en todas las aulas, constituyendo un desafío a la efectividad docente en términos de apoyos indispensables para que muchos de ellos puedan llegar en el futuro a desarrollar plenamente sus talentos. Ellos presentan un cerebro y una mente sui generis, a menudo plena de talentos potenciales que es preciso ayudar a actualizar.
