lunes, 3 de abril de 2017

ENSEÑAR PARA EL FUTURO


Margaret Heritage (67) no se detiene. Estuvo en Chile por cinco días, invitada por la Agencia de Calidad de la Educación, concentrada en exposiciones, almuerzos y reuniones. Cumplió con sus compromisos de forma cronometrada. Ni un segundo más, ni un segundo menos. Una cualidad que debe arrastrar desde su oficio: la medición. Fue en  el año 2016 cuando empezó a colaborar con el diseño del Marco de Referencia del Nuevo Sistema de Evaluaciones, con el fin de poder ampliar la mirada en la medición de calidad de la educación. Por eso visita clases, observa y entrega apreciaciones. Todo lo que ve y cree sobre las aulas chilenas.

Las salas de clases no son algo extraño para ella. Mucho antes de convertirse en una investigadora destacada, ella misma dirigía clases como profesora. Luego, estuvo a cargo de preparar a quienes seguirían ese camino en universidades como Stanford o UCLA —Universidad de California— , donde hoy es parte del Centro Nacional de Evaluación, Estándares y Pruebas Estudiantiles, dedicándose a la revisión de datos para el mejoramiento de las escuelas, la evaluación y el progreso del aprendizaje.

“Mi carrera siempre ha sido investigación y práctica. No creo que sin la experiencia de la sala de clases hubiese logrado todo el trabajo en educación. Incluso hoy escribo sobre él”, dijo el año 2013, justo después de lanzar un capítulo en el libro The SAGE Handbook of Research on Classroom Assessment, donde reúne evidencia sobre el aprendizaje de los niños en las salas de clases. Conocimientos que convencieron al gobierno de Bachelet de contar con su ayuda.
Opositora a las políticas educativas de Donald Trump, ha aplicado sus estudios en colegios, principalmente enfocados a hijos de inmigrantes sumergidos en la pobreza y vulneración de derechos. Esos estudiantes poseen los mayores riesgos de fallar académicamente. Sin embargo, a través de un programa integral —como soporte familiar, salud mental y trabajo de comunidad— ha logrado vencer las estadísticas.


—Desde 2006 que existe en Chile un movimiento social que busca cambiar la educación. Las demandas han sido principalmente que sea pública, gratuita y de calidad. ¿Qué opina al respecto?

—Eso es muy bueno, pero para los países que tienen los recursos para ello. Cuando yo fui a la universidad en Inglaterra, esta era completamente gratis, pero cuando yo fui sólo iba el 50%. Pero ahora, debido a las demandas del trabajo y de la sociedad, el número de personas que tienen que ir a la universidad es mucho mayor. Incluso, ahora en Inglaterra tienen que pagar, pero no pagan tanto como en América. Muchas veces te puedes ir hasta con 200 mil dólares en deudas y no puedes pagar. Pero es muy poco realista que Chile avance hacia allá si es que es una sociedad que no tiene mucho dinero. Pero se tiene que encontrar un balance entre lo que es razonable y lo que no. Esa es una de las razones por las que Bernie Sanders fue tan popular con las personas jóvenes, porque él apoyaba que no hubiese pago por estudiar. Es una muy buena idea, pero poco realista.

—¿Qué fallas detecta en el sistema de educación chileno actual?

—Basada en lo que sé y en lo que he visto, creo que tienen profesores muy comprometidos, que realmente quieren hacer un buen trabajo y están haciendo lo mejor posible con el paradigma existente hasta ahora. Pero creo que es necesario invertir en desarrollo profesional de los profesores para que utilicen teorías contemporáneas de educación. Deberían ser más fuertes en promover aprendizajes del siglo XXI, por ejemplo, creatividad, resolución de problemas, responsabilidad, autoevaluación. No puedes aprender todo lo que necesitas en la escuela. Las demandas de la sociedad contemporánea en este mundo global requieren que estas habilidades sean desarrolladas y aprender cómo enseñarlas.

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