viernes, 4 de noviembre de 2016

ARTÍCULO: 3 CONOCIMIENTOS DE NEUROCIENCIA PARA MEJORAR EL APRENDIZAJE


¿Cómo lograr una educación de calidad? Una de las muchas respuestas a esta crucial pregunta puede venir del campo de la neurociencia. Aquí te presentamos 3 datos acerca del desarrollo cerebral que pueden mejorar lo qué sabemos y entendemos sobre el aprendizaje y el crecimiento de los estudiantes a lo largo de sus vidas.

1. El desarrollo cerebral en la infancia temprana y la adolescencia es clave

El cerebro atraviesa un período de desarrollo y maduración que comienza antes del nacimiento del niño y continúa hasta alrededor de los 24 años. Durante la infancia temprana, y especialmente durante los primeros tres años de la vida del niño, el cerebro alcanza un período de gran crecimiento y desarrollo, con una impresionabilidad mucho más alta que la del cerebro de un adulto. De hecho, investigadores en el Centro del Desarrollo Infantil de la Universidad de Harvard  concluyeron que el “desarrollo de la estructura cerebral de un niño representa la base para el aprendizaje, las conductas y la salud general”. No es sorprendente entonces que experiencias negativas que tenemos en edades tempranas de nuestra vida tienen consecuencias a largo plazo, incluso hasta la edad adulta. En la adolescencia, también, el cerebro sufre cambios considerables. Las respuestas con alta carga emotiva, por ejemplo, son más prominentes en la adolescencia que durante la infancia o la adultez.

Sin embargo, el desarrollo cerebral, similar al desarrollo infantil, también se ve afectado por factores como la interacción con la familia, los amigos y la comunidad, así como por características personales y genética. Como lo explica  el libro “Los primeros años: El bienestar infantil y el papel de las políticas públicas”, publicado por el BID, “el desarrollo infantil, tanto físico, comunicacional, cognitivo y socioemocional se ve marcado por las experiencias que los niños viven en la casa, en los centros de cuidado, y en la escuela”. Padres, parientes, cuidadores, maestros y autoridades gubernamentales, todos tienen en sus manos la oportunidad de jugar un rol en definir estas experiencias claves para el desarrollo cerebral.

2. El estrés crónico afecta el aprendizaje

En el campo de la neurociencia se sabe que ambientes de estrés crónico pueden tener un efecto directo en el desarrollo de niños y adolescentes. Indicadores biológicos asociados a las materias gris y blanca del cerebro, así como a la funciones cerebrales, pueden dar pistas acerca de los efectos del estrés en los más jóvenes. Estos efectos cuantitativos están directamente correlacionados con resultados psicológicos y educativos. Por ejemplo, exposición crónica al estrés puede llevar a respuestas emocionales extremas a estrés común y diario, lo que afecta la seguridad del niño en sí mismo. También puede afectar el desarrollo de la corteza prefrontal, lo cual impacta la capacidad de autorregulación, planificación y función ejecutiva.   

Niños y jóvenes que han crecido en comunidades de alto riesgo, en las que se enfrentan a numerosas adversidades cómo la pobreza, violencia en la comunidad y servicios básicos limitados, pueden considerarse cómo viviendo en condiciones de estrés crónico. Esto explica, en parte, por qué resultados de pruebas estandarizadas como las de PISA del año 2012, muestran que los estudiantes pobres en América Latina están dos años de enseñanza por detrás que sus compañeros de nivel socioeconómico más alto en matemáticas, lectura y ciencia. Los conocimientos de la neurociencia pueden ayudarnos a entender cómo ajustar las escuelas y las pedagogías para atender las necesidades de estos estudiantes.

3. Actividades pertinentes en el salón de clases puede llevar a mejoras visibles en el desarrollo cerebral durante un período corto de tiempo.

Desarrollar actividades relevantes y dar apoyo apropiado, en contextos escolares positivos, puede resultar en mejorar visibles en la estructura cerebral en un período corto de tiempo. La atención debe ponerse entonces en equipar a los maestros con las herramientas necesarias para crear experiencias positivas, así como interacciones que puedan llevar a esas mejoras, no sólo en el desarrollo neurológico del niño o el joven, sino también en su desarrollo cognitivo, social y emocional. Estas intervenciones puede mejorar no sólo los aprendizajes en el salón y también en las conductas. Por ejemplo, los maestros puede implementar técnicas prácticas para mejorar la función ejecutiva, mientras que otras escuelas usan meditación para ayudar a lidiar con ciertos comportamientos.

Actualmente, el BID se encuentra trabajando para mejorar su entendimiento y su conocimiento sobre cómo la neurociencia puede contribuir a lograr una educación de calidad a través de proyectos en Brasil, El Salvador y Honduras, donde aprenderemos cómo el desarrollo cerebral de jóvenes viviendo en ambientes violentos y de alto estrés puede tener un impacto en sus logros de aprendizajes, y cómo algunos jóvenes puede hacerse más resilientes ante los efectos negativos de estas experiencias adversas.

Fuente: BID