La inmadurez cognitiva no está presente o bien lo está pero es poco significativa. Lo más notorio en estos niños es un estilo impulsivo cognitivo o cognitivo/conductual, que se expresa como un “actuar sin pensar”.

Durante los primeros años escolares, estos chicos se resisten a desarrollar y aplicar estrategias de abordaje de los ejercicios y problemas matemáticos; eligen de regla adivinar el posible resultado, optando por estimar, aproximar un resultado, pero eludiendo llevar a cabo un procedimiento paso a paso. Jamás revisan. En el segundo ciclo mantienen su tendencia a adivinar por aproximación los resultados de ejercicios y problemas; olvidan cambiar el signo cuando resuelven ecuaciones.
En el ámbito social suelen ser “pensamiento hablado”, hacen comentarios o emiten opiniones sin evaluar previamente si serán oportunas; pueden reír a carcajadas en situaciones de gran formalidad. La conducta irreflexiva se hace muy notoria en las etapas de poda sináptica (entre los cinco y los seis años, en la etapa prepuberal, entre los dieciséis y diecisiete años).
Cuando son hijos únicos, sus características son poco advertidas por sus padres, ya que son más notorias en el aula, pero si hay más hermanos, algunos de estos chicos suelen introducir la discordia en la fratría: molestan a los hermanos que están jugando tranquilos, se muestran burlones, les arrebatan los juguetes, imponen sus gustos a la hora de ver TV. Durante las horas de comida interrumpen las conversaciones, hablan en voz muy alta, descalifican a quienes dan su opinión y a veces molestan a los más pequeños.
Un rasgo característico de este SUBTIPO IMPULSIVO es la dificultad o incapacidad para asumir su responsabilidad por las consecuencias de sus acciones, tendiendo siempre a culpar a terceros. Si cometieron errores por impulsividad en una prueba, es porque el profesor “me tiene bronca” o bien “se equivocó al corregir”. Si estaban molestando a un hermano pequeño y un adulto les reprende, protestan diciendo “mi hermano empezó”. Frente a la reprimenda levantan la voz, se muestran tercos y discutidores y se niegan a obedecer. Sin embargo, una vez calmados, se muestran arrepentidos y reconocen su mal comportamiento, si bien suelen adjudicarlo a “alguien malo que está en mi interior”.
En el aula se muestran porfiados, pero nunca desafían abiertamente al profesor; pueden oponerse por algunos momentos, mostrándose ofuscados; a veces expresan su enojo alzando la voz, protestando de malos modos, saliendo del aula en forma airada y dando un portazo. Pero, una vez calmados, ofrecen disculpas, se muestran arrepentidos y reconocen haber actuado mal. Sin embargo, no se debe creer que dicho arrepentimiento implica que no se repetirá el problema conductual: es probable que al día siguiente nuevamente esté molestando a la hermana o contando chistes en medio de la clase.
Fuente: Calpe&Abyla