miércoles, 22 de junio de 2016

OPINIÓN: ¿DEBEMOS SUPRIMIR LAS TAREAS ESCOLARES?

Por Dr. Ernesto Schiefelmbein

Sr. Director
Es probable que Chile apruebe el proyecto de ley que eliminaría las tareas escolares, a pesar de los "visos claros de populismo" denunciados en su editorial del lunes 13 de junio. La opinión pública parece preferir que los jóvenes dediquen más tiempo a ver televisión, a participar de las redes sociales o que salgan a jugar en el vecindario. Por lo tanto, es difícil que se acepte su recomendación de analizar los "estudios o experiencia comparada" del efecto de las tareas.
Eso es lamentable porque la investigación disponible muestra que el rendimiento de un alumno "promedio" (percentil 50) que empiece a hacer tareas pasaría al percentil 79. Si bien hay diferencia entre los países, en promedio los estudiantes de 15 años de la OCDE dedican unas cinco horas semanales a hacer sus tareas.
Además, los estudiantes socioeconómico alto dedican más tiempo a hacer tareas que los de niveles bajos. Esto sugiere que el eliminar las tareas exacerbaría los menores aprendizajes de los niños de familia vulnerables (solo la mitad que proviene de familias de mayores ingresos seguiría teniendo acceso a la educación superior gratuita). Tal como ocurre en Japón, es probable que en Chile surjan las escuelas "juku", donde estudian, después de la jornada escolar diaria, los niños cuyos padres desean que sus hijos entren en las mejores universidades gratuitas.
Aparentemente una hora diaria es un tiempo adecuado para estudiar (desde luego, la creciente realización de "flipped classes" exige una lectura previa diaria) y las tareas deben cumplir una serie de condiciones para generar un buen aprendizaje. Afortunadamente, hay bastante información para identificar los aspectos en que se debe capacitar a los maestros para administrar buenas tareas (que pocos han visto en su formación inicial como docentes).
Chile ya pagó un alto costo por no analizar en 1996 la investigación disponible sobre enseñanza de lectoescritura (cuando aprobó pasar del método fonológico al global, con muy mal resultados) y tuvo que volver atrás en 2003. Es de esperar que se haya aprendido la lección y que los parlamentarios revisen las investigaciones pertinentes.

Fuente: El Mercurio